miércoles, 10 de mayo de 2017

HISTORIA DE LA ERMITA DEL ROMERAL

HISTORIA DE LA ERMITA DEL ROMERAL



Es sin duda alguna, uno de sectores más desconocidos del entorno, a pesar que la gente mayor recuerda haber ido de pequeños a aquel paraje cercano. Su ubicación  es de difícil visualización entre el pinar, levantada en el camino a  Bornos en 1765, para reemplazar a otra anterior situada en las cercanías junto a una cueva, donde la tradición dice que encontró la imagen del crucificado al que está dedicada.






La primitiva ermita estaba al borde del arroyo, junto a la cueva donde fue hallado el Crucifijo, pero advertido el piadoso caballero D. Andrés Cabrera Mármol de que las aguas que bajaban por el arroyo destruían los cimientos de la pequeña ermita, apresuró hacer donación de un pedazo de tierra, en cuyo paraje se construyó, en 1765, el actual santuario, que está próximo al sitio de la aparición y distante kilómetro y medio de Arcos.




Un año después, es decir, en 1766, Sor María Belén de San Andrés Cabrera Mármol, religiosa del convento de la Encarnación de esta ciudad, costeó, en unión de sus hermanos, la urna o relicario que guarda la venerada imagen, según consta por una inscripción que rodea el interior de la puerta del relicario.






Es una sencilla construcción de planta rectangular con cabecera plana. La nave se cubre por bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones que descansan sobre pinjantes.
La capilla mayor es cuadrangular y se cubre por cúpula semiesférica sobre pechinas al exterior las líneas son muy sencillas. Originalmente contó con un retablo pintado de tipo rococó, de que aún pueden observarse algunos restos que sobresalen sobre el actual, obra neoclásica del siglo XIX realizado en madera policromada a imitación del mármol, con un cuerpo dividido en tres calles por pilastras y columnas dóricas, rematándose la central por frontón curvo.

Preside el retablo la imagen del Cristo del Romeral, talla policromada del siglo XVIII que se aloja en una vitrina rococó de madera dorada realizada en 1765 y cuya hechura se puede atribuir a Andrés Benítez y Perea. En la zona trasera lleva una pintura que representa la escena de la aparición milagrosa de la imagen.

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